Tiempos tristes para la Universidad

Vivimos tiempos tristes en la Universidad Rey Juan Carlos. No es sólo que hayamos pasado el verano sin aire acondicionado, con el despacho a más de 30ºC. No es que nos hayan cortado las llamadas a móviles desde los despachos. No es que se haya suprimido el reparto de todo material de oficina (folios, tóner, bolígrafos…). Ni que el presupuesto para libros haya desaparecido. Es que no hay ninguna señal de que lo peor haya pasado.

El denominado Plan Bolonia minó las resistencias de los más comprometidos. Se nos impuso una carga burocrática insoportable mediante acciones a las que nunca vimos utilidad alguna: las tutorías integrales, los comités de calidad, la evaluación continua forzada, los créditos de reconocimiento académico… Todo ello sin financiación alguna, a coste cero, con las aulas igual de masificadas que siempre, sin medios materiales o humanos adicionales. La mayoría hicimos un esfuerzo porque así se nos pidió, y ahora nos preguntamos qué fue de Bolonia («tanto Bolonia para esto»).

Y vino la crisis económica.

Lo peor han sido los despidos; en mi área de conocimiento hemos perdido 7 de 18 profesores. Los que quedamos trabajaremos más horas por menos dinero. Nuestra pérdida de poder adquisitivo ha sido constante en los últimos años. Y no nos quejamos, porque al menos tenemos un trabajo, por lo que además tenemos que soportar que algunos nos llamen privilegiados.

Y nos han anunciado más despidos para el curso que empieza, más recortes, retrasos en el pago de las nóminas. Como Churchill en la Segunda Guerra Mundial, nos han ofrecido sangre, sudor y lágrimas.

El verdadero problema es que no sabemos para qué sirven la sangre, el sudor y las lágrimas. No sabemos qué guerra luchamos ni a qué enemigo debemos batir. Ni siquiera sabemos a quién culpar de todo esto (¿a los mercados?). No vemos el final de tanto esfuerzo ni comprendemos su finalidad. Sólo oímos a diario que «no hay dinero».

El desmoralizado profesor se encontrará en el aula con un alumno convencido de que los estudios no le servirán para insertarse en el mundo laboral. Un 52% de paro juvenil no les sirve como acicate para esforzarse más, sino que lastra sus esperanzas de encontrar un trabajo relacionado con su formación académica.

En fin, confío en que la buena voluntad de unos y otros haga que este curso sea llevadero. Y que nos podamos centrar en lo que realmente importa: enseñar y aprender. Al mal tiempo, buena cara.

Actualización (17 de noviembre de 2013):

Releo esta entrada de hace año y pico y siento la misma tristeza que cuando la escribí. Nada ha cambiado desde entonces, por no decir que las cosas han ido a peor. El último verano pasamos calor en los despachos, y frío cuando acabó el buen tiempo. La Comunidad de Madrid acaba de aprobar los presupuestos para 2014, en los que hay 45 millones menos para la universidad pública. Nuestros gobernantes no entienden que el economicismo está llevando a la ruina a muchos ciudadanos. Que el criterio contable es incompatible con los valores y principios de la universidad pública. Cada día más, esta crisis me parece una gran mentira, una falacia que esconde un plan ideológico para la redistribución de la riqueza y del poder. Más riqueza para quienes eran ya ricos y más pobreza para el resto. Más poder para los poderes privados, opacos, ajenos a la democracia. Cada vez son más los alumnos que no pueden afrontar el pago de unas matrículas que se han encarecido muy por encima del coste de la vida. Pedirles que compren un libro suena a broma pesada.

Como en todas las situaciones oscuras, alguna luz brilla: la de la solidaridad y la de las conciencias que despiertan ante esta injusta realidad.

3 comentarios en “Tiempos tristes para la Universidad

  1. A mis cincuentaytantos años, empiezo este año 4.º de Pub. y RR PP on line en la URJC (no, no he repetido 30 veces, es que empecé algo tarde…). Los sufridos alumnos on line formamos también parte del grupo de olvidados por la URJC: falta de medios, profesores implicados que son despedidos, profesores desmotivados que siguen año tras año sin aportar nada a los alumnos, técnicos de Campus Virtuales despedidos, retrasos en el comienzo del curso y un largo etcétera que obvio por no aburrir.
    Empecé el grado con ilusión, y pretendo acabarlo este año, pero si me quedaran dos o tres años, abandonaría: con un 30 % de subida en las tasas (sin repetir ni una asignatura), acompañado de textos como el que precede a estas líneas y de despidos «notificados» en el extracto del cajero automático, no forman el marco ideal para cursar unos estudios superiores que, en mi caso, hago sencillamente por el gusto de aprender.
    Saludos

  2. Hola, preguntale a cualquier argentino que conozcas, es la misma historia de debilitamiento del estado y ajuste para el pobre, y que el rico reciba todos los salvatajes en dinero contante y sonante. «Flexibilización laboral», nombre para decir que el rico dueño de la empresa quiere mano de obra barata, y si el pobre se queja, a la calle, total, siempre habrá otro pobre que haga el trabajo. al menos en estos ultimos diez años, aqui en Argentina se trató de revertir ese sistema.
    Saludos

    • Gracias por tu comentario, amigo de Argentina. Las cosas nunca suceden porque sí. Y aprendemos poco de la experiencia de otros, aunque un refrán español dice «cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar». Un saludo cordial desde España.

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